En la época medieval el concepto de hospital era distinto a como lo entendemos en la actualidad. El nombre de hospital proviene del latín «hospitalem» que quiere decir albergue. Era por tanto el hospital una institución o casa encargada no sólo al cuidado médico sino también dedicada a acoger personas sin recursos, niños huérfanos, peregrinos y naturalmente enfermos. El cuidado no se limitaba al aspecto médico, se dedicaba especial dedicación al sustento tanto espiritual como material. Es por eso que los hospitales eran fundaciones mayoritariamente religiosas y posteriormente de carácter civil y benéfico. Normalmente contaban con dos galerías una para hombres y otra para mujeres y casi todos los hospitales contaban con camas, capilla y cementerio propio. A partir del siglo XIV se institucionaliza la figura del visitador médico.
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ESTACIÓN «PONT DE FUSTA». VALENCIA
En la actualidad el edificio es sede de la Policía Autonómica Valenciana.La estación de Santa Mónica o del Puente de Madera (Pont de Fusta) (en referencia al puente que atravesaba el Turia frente a ella) se construyó en 1892 a partir del proyecto del arquitecto provincial Joaquín Maria Belda Ibañez.
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IGLESIA Y PALACIO DEL «TEMPLE». REAL CASA DE NUESTRA SEÑORA DE MONTESA. VALENCIA
La Iglesia y el Palacio del Temple declarado Bien de Interés Cultural en 1978 es un conjunto formado por el Convento y la Iglesia de la Sagrada Orden y Milicia de Nuestra Señora de Montesa (Real Casa de Nuestra Señora de Montesa), aunque es conocido popularmente como Iglesia y Palacio del Temple por haber pertenecido con anterioridad a esta orden antes de su disolución en 1312. La Orden Militar de Santa María de Montesa y San Jorge de Alfama (Orden de Montesa) había sido autorizada por el rey de Aragón Jaime II (1291-1327) en 1317 y venía a sustituir y administrar los bienes de la disuelta Orden del Temple.
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IGLESIA DE PINEDA DE LA SIERRA. provincia de BURGOS
GERUNDIO
Corretear por los campos burgaleses y sorianos, de la Castilla la Vieja, resulta, con ganas, curiosidad y tiempo, toda una aventura conducente al pasmo absoluto. Especialmente cuando no es objetivo predeterminado el estudio, un decir, del mejor románico que por allá se encuentra, restos de pasados esplendores. Y, tengo yo memoria de un «encuentro» casual, con esta muestra eclesial, cuya «vista», nos ocurrió en una vacación de los años ¿sesenta o setenta..? Perdidas mis notas de viajes, de las viejas libretas que conservaba, no ha quedado borrado del todo por el paso de los tiempos, restos de memoria, este «encuentro». Recuerdo que teníamos, en aquella aventura de «carretera y manta», (que decía mi «santa», –q.e.d.–), como objetivo final o pretexto, allegarnos hasta Alentisque, de Soria, en cuya estación de ferrocarril MZA., fallecía, por los primeros años veinte, mi abuelo paterno, –que no llegué a conocer–, de mi mismo nombre y apellido. (Amén de otros objetivos castellanos propuestos por la familia López Plá, nuestros grandes amigos, que nos acompañan en la «aventura»).
Estos días haciendo «viaje virtual» por la «red», uno de mis juegos favoritos, he quedado muy gratamente sorprendido, «trompicando» con esta información, de la que copio y pego, para la componenda de un «link», en mi BLOG DEL GERUNDIO, que «voleo». por si queda en valor recostarse en historias del románico impresionante castellano del norte. ¡¡Vele ahí, «in memorian» de aquél «ferroviario» que fue mi abuelo..!!
Iglesia de Pineda de la Sierra. Burgos
http://www.pinedadelasierra.es/
En plena Comarca de la Sierra de la Demanda, la localidad de Pineda de la Sierra, con sus apenas cien habitantes censados (que aumentan considerablemente en épocas vacacionales), es una de las poblaciones más aisladas de la provincia burgalesa, situándose aproximadamente a unos 50 kilómetros al este de la capital no lejos de los confines riojanos y sorianos.
Introducción
Atravesado por las aguas de un recién nacido río Arlanzón, el caserío de Pineda se recuesta a las faldas del Pico San Millán, que con sus 2132 metros constituye el punto de mayor altitud de la provincia de Burgos.
Su privilegiado emplazamiento en un entorno rico en pastos fue clave en su desarrollo ya desde el siglo X, época en la que fue repoblada por el Conde Don Sancho; así como tras la extensión de su fuero en 1136 por Alfonso VII, constituyendo todo su término un punto de referencia en las rutas de transhumancia y de la mesta.
Ya en la Edad Moderna, además de los beneficios que le proporcionaban los pastos, su riqueza maderera dotó a Pineda de un segundo momento de esplendor del que son aún hoy testimonio visible las numerosas casonas nobles y palacetes rurales conservados en su casco urbano.
La iglesia
El elemento más interesante de Pineda de la Sierra es sin lugar a dudas su iglesia parroquial románica, bajo la advocación de San Esteban Protomártir y cuya construcción, acomodada a una empinada ladera en el centro del caserío, debió constituir todo un reto de equilibrio para sus arquitectos y constructores.
Levantada en noble sillería arenisca de un color rojizo muy típico en estos parajes serranos, presenta una planta basilical de una sola nave que desemboca, tras un arco triunfal ligeramente apuntado, en un espacio cabecero conformado por un tramo recto presbiterial y un ábside semicircular. La torre campanario se eleva en su costado norte, mientras que al lado sur de despliega su preciosa galería porticada, verdadero icono del edificio.
El aspecto actual del templo es el resultado de tres fases constructivas principales: la primera de ellas, hacia la primera mitad del siglo XII, se correspondería con el ábside semicircular, el presbiterio y los dos primeros tramos de la nave, incluida la portada principal.
A finales de la propia duodécima centuria se procedería a levantar su galería porticada, la cual, en primera instancia y a juzgar por su descentramiento respecto a la puerta y por diversos testimonios arqueológicos, es muy posible que se prolongase también por el costado occidental del inmueble.
Por último, ya en el siglo XVI la iglesia sería sometida a obras de ampliación y de reforma por las cuales, se procedió a añadir un tercer tramo a la nave, momento en el cual la primitiva armadura de madera que cubría los dos tramos más antiguos fue eliminada con el objetivo de quedar toda la cubierta unificada mediante la solución de crucería bastante más elevada que hoy apreciamos. Poco después se levantaría al costado norte la torre actual que sustituiría a la original, así como la sacristía.
Cabecera
Así por lo tanto, el elemento presumiblemente más antiguo de todo el conjunto vendría a ser su cabecera, configurada por un ábside semicircular dividido al exterior en cinco paños delimitados entre sí por cuatro columnas entrega rematadas en capiteles decorados con motivos vegetales y leones a la altura de la cornisa.
De los cinco paños, los tres centrales presentan pequeños ventanales conformados por sencillas aspilleras abrazadas por arcos de medio punto dovelados que descansan sobre columnillas de fustes monolíticos y capiteles de notable interés.
Los del ventanal más al sur reducen su decoración a fórmulas vegetales talladas a bisel. Los capiteles del ventanal central, justo en el eje, presentan aves enfrentadas entre hojas de acanto en una de las cestas, y dragones también afrontados en su contraria.
Mayor interés presentan los capiteles de la ventana más al norte, en la que, además de una cesta con aves pareadas, aparece una curiosa composición figurativa en la que dos ángeles, ocupando cada una de las caras visibles del capitel, parecen dirigirse en clara actitud de movimiento hasta el ángulo de la pieza, donde aparece otro personaje vestido con una túnica y las piernas cruzadas. Algunos especialistas han apuntado la posibilidad de que se trate de una escena de la Anunciación.
Por último, completa la decoración absidial una interesante colección de canecillos figurados en los que además de motivos vegetales, seres fantásticos, bustos y aves; aparece un variado bestiario real en el que identificamos un jabalí, un león, un oso, una liebre e incluso unos simios.
La portada
Contemporánea a la cabecera es la portada principal de acceso al templo que, al permanecer casi desde su origen cobijada por la galería porticada, se conserva en relativo buen estado. Sobre un elevado podium accesible por varios escalones que ayudan a salvar la pendiente del terreno, despliega un total de cinco arquivoltas de medio punto molduradas que descansan sobre otras tantas columnas acodilladas a cada lado del vano.
En los capiteles encontramos un variado programa escultórico en el que, empezando por la cesta de la izquierda, reconocemos una composición a tres caras en las que dos mujeres parecen velar un cuerpo depositado en un sarcófago junto a una personalidad eclesiástica ataviada como tal que bendice. Esta escena, de muy difícil identificación, ha sido relacionada por algunos estudiosos con un pasaje de la vida de San Nicolás, aunque otros han apuntado que pudiera tratarse de alguna tradición local.
Continuando la lectura de los capiteles de izquierda a derecha según el punto de vista del espectador, encontramos grifos pareados, dos sirenas representadas de perfil con sus cabezas giradas, una cesta vegetal y, por último, una sirena de doble cola junto a un centauro sagitario que se dirige a ella apuntando con su arco.
Al otro lado del vano, la primera escena que no tardamos en identificar es una Adoración de los Magos. Después, tras una sucesión de tres cestas decoradas con motivos vegetales muy bien trabajados, el último capitel, también con tres caras, presenta otras tantas escenas: San Pedro junto a San Pablo, una nueva hoja de acanto y Sansón desquijarando al león.
La galería porticada
La galería porticada, auténtico santo y seña de la iglesia de Pineda de la Sierra, fue levantada en una segunda fase constructiva ya a finales del siglo XII, resultando realmente llamativo el descuadre existente entre la puerta de acceso al pórtico y la portada principal.
Esta circunstancia, además de explicarse por la propia razón de pertenecer a etapas constructivas diferentes, se refuerza por el hecho de que, muy probablemente, en un primer momento la galería continuaba por el hastial occidental del edificio, sin embargo, al ampliarse un tramo la longitud de la nave en el siglo XVI, hubo de ser completamente remodelada.
En la actualidad, la pieza presenta una gran homogeneidad estilística cuya factura ha sido puesta en relación con otros templos serranos como Vizcaínos y Jaramillo de la Fuente; procediendo todos ellos del tronco común del maestro del claustro alto de Silos.
Sobre un prominente banco corrido en el que de nuevo entra en juego la dificultad orográfica de una construcción levantada en plena ladera; consta la galería de once arcos de medio punto sobre columnas pareadas culminadas en capiteles de doble cesta. De los once arcos, seis de ellos quedan al oeste de la puerta de acceso mientras que los cinco restantes se abren al este de la misma.
En cuanto a la decoración de los capiteles, predomina en todo el conjunto la decoración vegetal a base de diferentes modelos de hojas de acanto, palmetas, hojas de remate avolutado incluso alguna con frutos colgantes. Los únicos guiños a la decoración figurativa de la galería los hayamos en las parejas de capiteles tercera y quinta, donde entre la propia decoración vegetal, aparecen representados unos personajes con la cabeza cubierta y largas túnicas de complicada identificación.
Así pues, tanto la iglesia románica por méritos propios, como por supuesto el entorno serrano en que se levanta, hacen de Pineda de la Sierra un lugar ineludible de visita para cualquier aficionado al románico.
(Autor del texto del artículo:
José Manuel Tomé)
¡¡CUENCA EXISTE..!!
Es indudable. CUENCA y VALENCIA están unidas por afectos mutuos y comunicación fácil, amén de fuertes lazos laborales. Posiblemente de mayor identidad por razones de oportunidad desde la primera hacia la mayor. Aprovechando, en gran parte, la publicación de este reportaje, –con muy pocos añadidos–, en este «portal» de «internet», vele ahí, unas amplias notas interesantes sobre la realidad histórica «conquense».
Introducción a la guía de arte (monumentos y rutas) de la ciudad de Cuenca.
Cuenca, situada a una altitud de 997 metros, en su centro urbano. Entre las hoces de los ríos Júcar y Huécar, ocupa un entorno natural de gran belleza paisajística.
En esta ciudad se pueden diferenciar claramente dos zonas: la antigua, situada sobre un cerro rocoso, bordeando las hoces del Júcar, al norte, y de su afluente el Huécar al sur. Este río desemboca en la parte baja de la ciudad antigua, un poco antes del llamado Puente de San Antón.
La ciudad nueva se extiende al oeste y sur de la antigua y separada por el Huécar, teniendo como centro la calle Carretería.
El título de Ciudad le fue concedido por Alfonso X en el año de 1257, siendo por ello una de las ciudades más antiguas de la Península.
Historia de Cuenca
En cuanto a los orígenes históricos las primeras referencias se encuentran en los textos árabes, haciendo referencia a un asentamiento, precedente de lo que sería la actual Cuenca, en el año 784.
No obstante los primeros vestigios humanos de la provincia de Cuenca datan del Paleolítico Superior, alrededor del año 90.000 a.C.
Según los estudios realizados, las primeras tribus de la zona fueron los beribraces, dedicados al pastoreo, y los arévacos principalmente agricultores. Posteriormente llegaron los olcades, grandes guerreros que tomaron el control de la mayor parte de la provincia, y los lobetanos, éstos más pacíficos, en su mayoría pastores y agricultores que pusieron su capital en Lobetum.
Ya en época romana la serranía conquense fue escenario de varias guerras celtíberas. Los romanos, por su parte crearon tres ciudades importantes como fueron Segóbriga, Ercávica y Valeria. La zona de la capital (Cuenca) estuvo muy poco poblada, hallándose unos pocos restos en la zona cercana al puente del Castellar.
Con las invasiones bárbaras el esquema poblacional se mantuvo aunque con un claro declive de los centros urbanos de la época romana.
Con la posterior invasión musulmana es cuando se hace referencia a un asentamiento, precedente de la actual ciudad, llamado Qunka, favorecido por los Banu-Di-I-Nun e integrada en la cora de Santaver. Esta era una de las divisiones territoriales del Califato de Córdoba, extendiéndose por las actuales provincias de Cuenca y parte de las de Guadalajara y Teruel. La población se fortifica y va ganando en importancia y población. La construcción fue al estilo andalusí, con una alcazaba, en la zona más alta, una medina con su mezquita aljama en el lugar en donde hoy se alza la Catedral, y un alcázar. Todas estas construcciones separadas por fosos labrados en roca viva y fortificados por murallas. Cómo otro elemento defensivo se hizo, en la desembocadura del Huécar un gran estanque.
En el periodo musulmán la historia de Cuenca cuenta con numerosos sucesos. El primer gobernador militar fue asesinado en el año 768, por un maestro de escuela, como acto de rebeldía contra las tropas omeyas de Abderramán I. En el año 772 el gobernador se enfrentó a los bereberes de Valencia, fue depuesto y enviado como prisionero a Córdoba en el 786.
Alrededor del 887, Musa, hijo de Sulyman, con 20.000 hombres conquistó Toledo, después de haberse hecho con el gobierno, se mantuvo independiente hasta su muerte en 908. Sus sucesores fueron gobernadores del territorio hasta el año 936, en el que se les quita el señorío de Uclés, y se les compensa con la plaza de Madrid.
Con la muerte de Almanzor en el 1002, vemos como Al-Andalus, se desmembra en reinos de taifas.
Al-Mamún de Toledo formó el más extenso de estos reinos, anexionándose los reinos de Valencia y Córdoba. Su hijo Ismail, en calidad de príncipe conquense le sucedió desde el año 1049.
Sancho Ramírez, a quien se debe la conquista de grandes territorios, la consolidación del reino de Aragón, el Fuero de Jaca, fue padre de Pedro I rey de Aragón y Pamplona, y de Ramiro II, rey de Aragón. Sitió, en 1076 Cuenca, sin lograr conquistarla.
En el año 1080, se da el Pacto de Cuenca, al perder Yahya Al-Qadir Toledo y tener que refugiarse en la misma Cuenca. Por este pacto Alfonso VI recibió Zorita y otros castillos a cambio de su ayuda militar.
Importante es señalar que por estas fechas comenzó la acuñación de monedas en la ciudad. La ceca se mantendría activa en época cristiana, hasta el punto de que los Reyes Católicos fueron los que permitieron que siguiese acuñando moneda, después de cerrar las otras seis cecas de sus reinos.
Siguiendo con el acontecer histórico llegamos a la derrota de Alfonso VI, en Sagrajas (en las proximidades de Badajoz), batalla en la que intervinieron los almorávides y que constituyó un desastre en pérdida de vidas tanto para las tropas castellanas como para las leonesas, aunque no supuso una gran pérdida de territorios, al tener que marcharse el caudillo Yusuf ante la noticia de la muerte de su heredero.
Esta derrota cristiana fue aprovechada por el rey musulmán de Sevilla para adueñarse de la sufrida Cuenca.
Cuando los almorávides atacaron Sevilla Al-Mutamid, envió a la princesa Zayda, para pedir ayuda a Alfonso VI, ofreciéndole a cambio la guarda y custodia de Cuenca y otras plazas.
Nuevamente se pierde la ciudad en 1108, tras la batalla de Uclés. Hay que esperar al año 1147, en el que el llamado Rey Lobo o Ben Lope se proclama rey de Cuenca, Murcia y Valencia, junto con toda la parte oriental de la Península. Convirtiéndose en una figura capital en los Segundo Reinos de Taifas.
El rey Lobo descendía de una familia de aristócratas muladíes (de origen hispanorromano y visigodo, convertidos al Islam) de origen mozárabe. Cómo rey independiente se enfrentó a los almohades hasta su muerte acaecida en 1172.
Llegamos a la figura cumbre de nuestra historia con un Alfonso VIII, de 17 años que puso cerco a la ciudad, pero a los 5 meses, tropas musulmanas llegadas para ayudar a los sitiados, obligaron a huir al rey castellano.
Se firmó una tregua de siete años, poniéndonos ya en el verano de 1176, en el que los conquenses, junto con los Alarcón y Moya cometieron algaradas en Huete y Uclés, rompiéndose de esta manera el pacto suscrito.
Alfonso VIII recabó ayuda de los señores de tierras, del rey de Aragón, Alfonso el Casto, de las órdenes militares de Santiago, Calatrava y Monteagudo. El resultado fue un nuevo cerco a la ciudad, que terminó el día de la Epifanía del Señor del año 1177.
El 21 de Septiembre la ciudad se rinde y el rey y su séquito entran en la ciudad, según tradición, no documentada, a través del Arco Bezudo y al grito de «Cuenca libre». Así pasa a ser parte del reino de Castilla.
Tras la conquista, la población se distribuyó de acuerdo con su religión, los musulmanes ocuparon la zona del alcázar, actual plaza de Mangana. La judería se estableció en torno a la calle Zapaterías, próxima a la Plaza Mayor. La población cristiana se dividió en parroquias, la parte alta se reservó a la aristocracia y sus casas señoriales. Tras los progomos de 1391 la población judía se trasladó al barrio musulmán del alcázar.
Inmediatamente después de la reconquista se construyó un Concejo y una Sede Episcopal, comenzando la campaña de repoblación, con la cual se dio un nuevo impulso al crecimiento de la ciudad, apareciendo numerosas aldeas. Todo ello fue favorecido por los privilegios y exenciones dadas en el llamado Fuero de Cuenca para los nuevos pobladores.
El fuero concedía una categoría especial a aquellos que poseyeran un caballo de guerra, lo que llevó a la creación del «Cabildo de caballeros y escuderos de Cuenca», que con el tiempo se convirtió en el grupo más poderoso, ocupando los puestos de poder. Además se establecía el uso comunal de los extensos pinares de la Serranía, que junto con las actividades transhumantes serían la base de su prosperidad económica.
Antes de la reconquista cristiana era el prototipo de la ciudad fortaleza medieval. Dentro del casco histórico estaban la Ciudad Alta, las hoces y la zona extramuros que marca la separación entre la dicha ciudad alta y la baja. Una fuente de la época nos dice: «Cuenca es una villa pequeña pero antigua. Está situada cerca de un estanque artificial y rodeada de murallas, pero sin arrabales. Los tapices de lana que allí se hacen son de excelente calidad». En estos tiempos se puede decir que su perímetro coincidía con el actual de la ciudad alta y que la vida de sus habitantes se articulaba entre el castillo y el alcázar.
Su trazado urbano es claramente medieval. Un largo y empinado eje longitudinal desde la Puerta de Huete (entrada en la parta más baja de la ciudad), que cuenta con el Puente de la Trinidad, hasta la subida al castillo. Este recorrido se puede seguir por la calle Palafox, San Juan y Alfonso VIII, hasta la Plaza Mayor, continuando hacia arriba, por las calles de San Pedro y el Trabuco, quedando todo ello rematado por la Puerta de Bezudo con la coracha hacia el Júcar para el abastecimiento de agua en los límites altos del castillo.
El conjunto urbano, tanto el musulmán como el cristiano descendía hasta la hoz del Huécar, más accesible, en el límite de la ciudad. Las tierras a los pies del farallón rocoso constituían un importante elemento económico ya que estaban explotadas por huertas que aprovechaban el agua del Huécar y se complementaba con la actividad de los molinos del Júcar.
Existían en la muralla tres postigos que llevaban a las huertas y a los molinos.
Intramuros la vida se movía entre los distintos barrios que rodeaban la alcazaba y el alcázar: el barrio del Castillo, la Hoz del Huécar (en donde está la Puerta de Valencia), Cauce del Huécar (hasta el Puente de San Antón), el barrio de San Francisco (ahora parque de San Julián, sitio en el que se supone que acampó el rey Alfonso en su largo asedio a la ciudad) aquí encontramos calles como la de la Moneda, Los Tintes, el Hospital Y la Iglesia de Santiago y junto a la calle Colón un excelente Mirador en donde el Júcar se junta con el Huécar.
Retrocediendo en el tiempo y continuando con la época medieval, tiene importancia la muerte de Alfonso XI, ya que comenzaron las luchas entre Pedro I, hijo legítimo del monarca, fruto de su matrimonio con María de Portugal, y Enrique de Trastámara nacido de la larga duración amorosa del monarca con Leonor de Guzmán (con la que tendría más de diez hijos).
La ciudad fue partidaria de Enrique, apoyándolo fielmente, por lo que ya proclamado como Enrique II, la visitó, mostrando su agradecimiento, dicha visita sirvió como punto de partida para una leyenda que aún hoy perdura que tiene como escenario las casas colgadas, de las cuales se hablará más adelante.
En cuanto al número de pobladores en el siglo XV llegaron a los 6000 habitantes, cifra muy alta para la época, considerándose por eso como una de las principales ciudades de la corona.
Como dato decir que en 1428 se certificó que ya no residía ningún judío en la población, por lo que la sinagoga se transformó en la Iglesia de Santa María la Nueva.
Era costumbre la celebración de mercados semanales, estableciéndose en 1466 que éstos fueran en el llamado campo de San Francisco, en un intento de evitar las penosas subidas de las carretas cargadas con las mercancías. También sobre estas fechas se construyó un nuevo Concejo en la Plaza Mayor.
La ceca, que funcionaba ya en época musulmana se trasladó a un edificio cerca de la parroquia de San Andrés, una de las catorce parroquias existentes en la ciudad.
La configuración de la parte baja de la ciudad comenzaría en los siglos XIV y XV, apareciendo barrios nuevos. Continuando, no obstante como centro más importante los entornos de la Plaza Mayor y de la Plaza del Carmen, lugar donde se reunía el Concejo.
La crisis económica del siglo XVII afectará a la ciudad y a la provincia, lo que se reflejará en la grave disminución de su población que pasa de unos 12.000 vecinos a poco más de 3000 en 1640.
Se produce un breve repunte en el siglo XVIII que no salva estas tierras de una decadencia progresiva que comienza en el siglo XIX y se agrava en el XX. El Obispo Palafox intenta remontar la crisis con la instalación de una fábrica de alfombras y paños.
Durante la guerra de la Independencia es saqueada por los ejércitos franceses y recuperada después por las tropas, entre otros, de Juan Martín, el Empecinado.
Vuelve a sufrir un asedio militar durante la tercera Guerra Carlista de 1873.
Fue declarada por la UNESCO, en 1966, Ciudad Patrimonio de la Humanidad.
Murallas y castillo
en el sitio más estratégico y elevado de la ciudad, en un estrecho istmo, se levantaba el Castillo islámico. Además de esta fortaleza, la antigua ciudad estaba rodeada por una muralla y contaba también dentro de este recinto con un Alcázar, como ya hemos dicho anteriormente.
Queda muy poco de esta ciudad-fortaleza, los restos deteriorados que podemos ver ahora, son de épocas posteriores, incluso del reinado de Felipe II. Lo más notable es la Puerta de Bezudo o puerta del castillo, que daba acceso desde el exterior a través de un puente sobre un foso. En la actualidad, tras su transformación cuenta con un arco de medio punto sobre el que se acoplan tres escudos de época renacentista. Mirando desde este enclave se ve cómo la muralla descendía hacia la Hoz del Júcar, por los pocos lienzos de muralla que se conservan, un torreón dos magnificas estructuras cúbicas, al lado se situaba el castillo.
Podemos imaginar como sería otra de las puertas de la ciudadela en la Puerta de San Juan, que vista desde el interior, aun conserva su arco ojival de sillería.
El castillo data del siglo X, ocupando el lugar más escarpado, motivo por el que resultó casi inexpugnable a las tropas cristianas, siendo su conquista fruto del asedio de meses.
La función propia del castillo pervive durante toda la Baja Edad Media, llegando al siglo XVI bastante deteriorado, como consecuencia de los continuos avatares sufridos en esos cuatro siglos.
De los siglos XVI al XIX, el edificio fue destinado a albergar la Sede del Tribunal de la Inquisición de Cuenca y Sigüenza.
En Cuenca el asentamiento Inquisitorial tuvo lugar en 1489, pero sería la cesión del castillo hecha por Real Cédula de Felipe II, en 1574, cuando se iniciaron las obras para la edificación de la cárcel y tribunal, siendo ocupada ya en el año 1583.
En este caso no se aprovecharon edificios ni estructuras preexistentes, puesto que se volvió a construir el edificio con este expreso fin.
En la actualidad se pueden ver espacios tal y como se construyeron en la época.
El edificio ubicado en la parte más alta de la ciudad ocupó un lugar permanente en la mente de los ciudadanos. Allí fueron numerosos los vecinos que sufrieron penas de cárcel, sin distinción de rangos ni clases sociales. Destacamos a Diego Mateo Zapata (1664-1745), médico y filósofo murciano, que permaneció allí más de un año, siendo inmortalizado por Goya en uno de sus grabados.
Después de la Guerra de la Independencia, españoles y franceses volaron y destruyeron gran parte del edificio.
Después, en la segunda mitad del XIX (1862) fue nacionalizado, realizándose diferentes reformas de la cárcel, que lo sería hasta 1972, funcionando como prisión provincial.
Hoy en día es Archivo Histórico Provincial y está declarado Bien de Interés Cultural desde 1997.
Iglesia de San Pedro
Situada en la parte más alta de la ciudad y una de las más tempranas construcciones tras la reconquista cristiana.
Se supone que fue construida con tres naves y torre a los pies.
En el siglo XVI se construyó una capilla que posiblemente se pueda identificar con la de San Marcos, patrocinada por Miguel Enríquez, capellán de la Catedral. Terminada en 1604 se cubre con un magnifico artesonado ochavo de tradición mudéjar.
En el siglo XVII, la torre amenazaba ruina, por lo que en 1660, se reedificó, cubriendo el chapitel con teja por ser de mejor calidad y vida que la pizarra y la hojalata.
En el siglo XVIII, la Iglesia, como otras, fue totalmente renovada por el arquitecto José Martín del Aldehuela, quedando solo el artesonado original de la capilla.
La planta es un octógono, en el que se inscribe una circunferencia y en el perímetro se adosan pilastras, entre ellas, arcos de medio punto. En este espacio centralizado, el ábside es poligonal, marcando un claro eje en cuyo extremo está situada la fachada, compuesta por la portada y la torre.
Sobre la puerta se dispone un pequeño coro. Este espacio circular tiene cornisa denticulada muy resaltada, se cierra con cúpula sobre tambor.
Las ventanas, de forma mixtilínea, la rocalla que adorna los capiteles y guarniciones de huecos es típica del estilo arquitectónico de José Martín.
En la portada, destacar el arco de medio punto de tronco de cono entre pilastras cajeadas y nichos avenerados a los dos lados y la superposición de la cornisa que se incurva ligeramente.
La decoración que une el cuerpo inferior con el superior está enmarcada por pilastras jónicas.
En la torre se ven tres cuerpos decrecientes, rematada a finales del siglo XVIII, con un cuerpo de campanas. Después de la Guerra Civil fue restaurada.
La Catedral
Fue el primer edificio que se comenzó a construir tras la Reconquista, en el lugar donde se emplazaba la antigua mezquita principal musulmana. De estilo gótico temprano está considerada como su más temprano ejemplo en España; se consagró en 1208 por el Arzobispo Ximenes de Rada, aunque no fue terminada hasta 1271.
Podemos ver restos de transición del románico al primer gótico de finales del XII, otros del siglo XIII y otros del XIV.
Tiene planta de cruz latina con tres naves y una sola en el transepto, además de las las características bóvedas sexpartitas propias de este periodo balbuceante de la arquitectura gótica y una torre linterna cuadrada sobre el crucero.
Aunque se ha relacionado con el arte cisterciense borgoñón y, sobre todo desde Lampérez cono lo anglonormando, hoy se considera un templo muy relacionable con el Gótico Temprano del norte de Francia, como se pude apreciar en las catedrales de Laon y Soissons.
La serie de capillas que cubren las naves laterales fueron edificadas en los siglos XVI y XVII, destacando la de los Apóstoles, la del Santo Espíritu y la de los Caballeros, además de las salas nobles, como la Sacristía y la Sala Capitular. Al claustro se accede por el singular Arco de Jamete.
No queda ninguna de las cuatro torres del templo, salvo el arranque de la del Ángel, obra de la primera fase constructiva.
Debe destacarse también el triforio abierto y el Transparente obra barroca de Ventura Rodríguez.
El interior está lleno de muestras del virtuosismo barroco en tallas, rejerías y retablos.
El hundimiento, en 1902 de la Torre de Giraldo afectó a la fachada del templo. La actual esta reconstruida en estilo neogótico, la última transformación ha sido la colocación de las vidrieras por artistas contemporáneos.
Palacio Episcopal
De una arquitectura vertical y severa. El desdoblamiento de estilos nos proporciona el vínculo entre los elementos estilísticos del s.XVI y del s. XVIII. Dando una idea de las reformas efectuadas en el recinto.
La imagen de solemnidad de su exterior queda confirmada por un interior con dos centros perfectamente ordenados: el Archivo y el Museo Diocesano.
Según la tradición conquense San Julián ( el Obispo Santo) habitaba en uno de los salones de la planta baja, recorriendo un patio interior, se llegaba a los aposentos del Obispo y hasta una entrada particular que daba paso a la Catedral.
Un estudioso del lugar, Pedro José Cuevas, relata que fue en 1250, durante el obispado de Mateo Reinal, cuando se concluyeron las obras del edificio antiguo. Como queda dicho las reformas continuaron en el siglo XVI, y en el XVIII se puso una portada neoclásica.
En 1250 el Palacio se instaló en unas casas, de origen musulmán, de las que aún quedan inscripciones árabes y una puerta decorada con yeserías. Dichas casas le fueron donadas por el Cabildo de la Catedral al dicho Obispo Reinal.
En el siglo XVI se proyectó el Palacio con un patio central, disponiendo estancias en torno a él. Este patio se conserva en buen estado, es de planta cuadrada. En el piso bajo tiene, en cada panda tres arcos góticos, de sección curva de estilo Reyes Católicos.
En el piso alto, se abre una galería que duplica los vanos, con arcos carpaneles apoyados sobre columnas jónicas.
Se puede ver el escudo de Diego Ramírez, en distintas partes del edificio, sirviendo también como motivo ornamental.
Delante de este patio principal, había otro, de una sola planta, al que se entraba directamente desde el exterior. En él, dos puertas platerescas contrastan con la puerta del siglo XVII, que se puso en el zaguán, con almohadillado y decoración de bolas y pirámides.
En el siglo XVIII, se remodeló el patio delantero, realizándose una ampliación de la crujía que da a la fachada principal y se entesta con el crucero. Esta fachada es de un fino clasicismo como se puede apreciar en su ordenación y en la decoración de los vanos.
A finales de este mismo siglo se cerró el patio central y se decoró el techo de uno de los salones de la planta noble, del ala sur, con una cúpula, cuyas pechinas se adornaron con relieves de águilas.
Museo Diocesano
El Museo ocupa las tres primeras plantas del Palacio Episcopal, que coinciden con las estancias más antiguas del edificio.
En la sala conocida como «el Cuarto de San Julián» se conservan restos de yeserías con inscripciones cúficas y pueden percibirse los ventanales góticos del primer palacio. En la planta de entrada se encuentra el zaguán, a continuación la sala correspondiente a la época medieval y las tres salas siguientes corresponden al Renacimiento.
El museo está formado por diez salas con más de 200 piezas de gran valor. Los fondos proceden de las iglesias de la Diócesis y de la Catedral.
Además de dos lienzos del Greco (pintados para dos pueblos de Cuenca), se puede admirar la colección de tapices flamencos, las tablas renacentistas y la Sala del Tesoro.
La Sala del Tesoro se halla en el sótano del palacio, en una cámara acorazada, la llamada sala 5. Aquí se guardan las piezas más valiosas de la Diócesis, distribuidas en salas y en vitrinas.
La primera es la sala de las Custodias y en ella también podemos admirar bellos cálices y Copones del siglo XVI.
Un bello acetre y un Hisopo de plata blanca del siglo XVIII, del mismo periodo vinajeras y una campanilla dorada; portaviáticos de plata dorada del s .XVII, procedentes de la Catedral, un cáliz de plata dorada de Francisco de Becerril, s.XVI.
Cómo pieza curiosa un Copón en plata dorada y filigrana, del s. XVI, procedente de la parroquia de Moya, que es un regalo de la reina Isabel la Católica a la marquesa de Moya. También hay cálices que se remontan al siglo XV. Veremos bellísimas custodias de mano de la más delicada orfebrería y cuidadas filigranas.
Otras piezas importantes son las cruces procesionales tardorrománicas de Arrancacepas y Ribagorda, del siglo XIII y realizadas en bronce dorado.
Pero hay una pieza especialmente singular, el báculo románico de Limoges de San Julián, santo y obispo de Córdoba entre finales del siglo XII y comienzos del XIII. Es de bronce dorado con bellos esmaltes de color azul, rojo y blanco con la figura de San Miguel venciendo al dragón Satanás.
Por último, de esta maravillosa Sala 5 del Museo Diocesano de Cuenca orientamos al visitante a admirar el Díptico Bizantino del siglo XIV conocido como Relicario de los Déspotas de Epiro y realizado en Meteora. Es una doble tabla con plata repujada y ricamente decorada con perlas, piedras preciosas y pinturas al temple.
En la sala 2 están los dos Grecos y un Díptico.
En la entrada no dejemos de contemplar la escultura del Obispo Flores Osorio, patrocinador de las obras del edificio.
Iglesia de San Miguel
La Iglesia de San Miguel se alza sobre una plataforma en la hoz del Júcar, junto a la antigua muralla y es una de las parroquias más antiguas de la ciudad, perteneciente en su origen al románico (construida en el siglo XIII); junto con la Iglesia de San Nicolás cuya estructura original (planta rectangular, ábside de piedra, orientación sur de la fachada) presenta características también románicas.
Dentro del estilo románico hay que citar también las ruinas de la iglesia de San Martín Obispo con un ábside de sillería de claras hechuras románicas.
Volviendo a la iglesia de San Miguel diremos que en su origen constaba de una sola nave de mampostería, cubierta de madera, presbiterio rectangular más ábside semicircular, con la torre a los pies.
El interior tiene una decoración renacentista. Actualmente se conserva de su original construcción románica el ábside y parte de su muro meridional.
El ábside está realizado en mampostería, ahora adosado a una construcción cuadrangular. Se ven modillones o canecillos de su original construcción y muestra también la altura que tendría el alero, ya que se elevó un segundo cuerpo, modificando la altura del ábside.
Los canecillos son geométricos, convexos y sin ninguna decoración. Bajo ellos, en el centro del tambor absidial aparece una ventana cegada, con doble arco de medio punto trasdosado por otro arco y con jambas de aristas a bisel. En el s. XV se añadió a la iglesia otra nave en el lado norte, que también se cerró con un artesonado mudéjar.
En el XVIII, se hizo una reforma total. En la portada podemos ver que el cuerpo inferior corresponde a este siglo. Está almohadillado y se reduce a un arco de medio punto entre pilastras apenas resaltadas. La parte superior tiene una hornacina central, entre dobles pilastras jónicas y unas curiosas imágenes de donantes en las hornacinas de los extremos.
En el interior, el primitivo cerramiento de las naves, con techumbre de madera, fue sustituido, en la nave principal por una bóveda de medio cañón con lunetos y en la nave colateral, se dispuso una nueva bóveda de arista, asentada sobre dobles pilastras, de potente comisamiento. Los capiteles son de tipología corintia y fueron adornados con cabezas de ángeles.
Ruinas de la iglesia de San Pantaleón
Se sitúa en el número 10 de la calle de San Pedro, en pleno casco antiguo. Declarado monumento histórico-artístico en 1992. Hoy en día es un espacio sin techumbre, con una sola columna y una sola puerta enrejada.
Edificada en la segunda mitad del s. XIII, por la Orden de San Juan de Jerusalén (los antiguos templarios). Solamente conserva una de sus tres puertas originales (en sus orígenes poseía una triple cabecera plana). Relegada en espacio, parte de ella fue demolida en el siglo XVI por las reformas en la calle del Obispo Guerra Campos y la ampliación del claustro de la Catedral.
Durante las terceras Guerras Carlistas se levantaron en este sitio barricadas, lo que no fue bueno para su conservación.
La musealización del 2011 permitió revalorizarla y fue cuando se descubrieron mas de 100 tumbas, muchas de ellas superpuestas, que componían una necrópolis, después de siglos de enterramientos. Estos se ubican en lo que fuera el perímetro de la Iglesia, lo que era una práctica muy común en la Edad Media, con el tiempo fue descartada por suponer una peligro para la salud pública.
En el centro, al entrar veremos una escultura del poeta conquense Federico Muelas.
En las épocas de buen tiempo se ubica allí una terraza, criticada por muchos, al no ser el mejor medio para conservar el patrimonio.
En esta iglesia se conserva un bajo relieve, en el que se ve un jinete (algunos dicen que San Jorge, pero la mayoría se inclina por el Arcángel San Miguel) alanceando a un dragón, tema típico templario. La eterna lucha entre el bien y el mal. El sitio hay que buscarlo, como pista está en un capitel.
Artísticamente la portada está compuesta por un arco ojival de grandes dovelas de sillares, conformadas por diversas molduras que se apoyan sobre capiteles con decoración vegetal e iconográfica, que parecen guardar relación con la simbología templaria.
Las columnas se apoyan en altas y cilíndricas basas.
El ábside plano está realizado en mampostería y conserva en su parte más elevada una ventana, esta adovelada ventana saetera abocinada en el interior, tiene arco de medio punto.
Desde la calle, la saetera derrama al exterior trasdosada por otro arco de medio punto sobre jambas de silleria a bisel en sus aristas.
La iglesia está próxima a la Plaza Mayor y es una de las primeras construcciones después de la Reconquista.
Museo Arqueológico
Haciendo una breve reseña diremos que el museo se enclava en la llamada «Casa del curato de San Martín», en la calle Obispo Valero.
Tiene tres secciones: Arqueología, Etnología y Bellas Artes. Sólo puede visitarse la sección de Arqueología.
Es un edificio del siglo XIV, de tres plantas, conserva restos de su primitiva construcción gótica.
Se exponen piezas halladas en los yacimientos de la provincia, con textos, imágenes y maquetas. La planta baja está dedicada a la Prehistoria, la primera planta a objetos de las épocas: tardorromana, medieval y moderna.
Además consta de tres salas dedicadas a las ciudades romanas de Segóbriga, Ercávica y Valeria.
Torre de Mangana
La Torre de Mangana es un símbolo emblemático de la ciudad. Se supone que pudo ser una de las torres del antiguo alcázar musulmán.
Las primeras pruebas gráficas de su existencia se tienen por medio de Anton Wyngaerde, pintor que en 1565, realizó un dibujo de la Torre dentro de un paisaje. Se ve que la edificación estaba rematada por una cruz y una veleta de hierro, sobre chapitel recubierto de hojalata.
En los siglos posteriores se acometieron distintas intervenciones para subsanar daños, la caída de un rayo a finales del XVIII y los destrozos provocados por la invasión francesa a principios del XIX.
En 1926, la Torre cambió totalmente su fisonomía, por la reforma llevada a cabo por Fernando Alcántara. Se eliminó el chapitel y su lugar fue ocupado por un grupo de campanas de planta cuadrada, que se cubrieron con una pequeña cúpula. Además las paredes se recubrieron de color con motivos islámicos. En la parte superior, las almenas escalonadas que remataban las torres y que fueron una adición posterior al original, nos recuerdan a la mezquita cordobesa.
Podemos hablar de que actualmente la Torre presenta un estilo neomudéjar.
La reforma de 1970, de Víctor Caballero, supuso el encastillamiento de la torre, aumentó su perímetro y le dio un carácter fortificado, se le dotó de un matacán y se remató sin tejado. Siendo esta la imagen que vemos en nuestros días.
En 1999, se realizaron obras en la plaza que alberga la Torre, éstas sacaron a la luz restos de varios siglos de historia. En esta zona se situó el Alcázar árabe y fue posteriormente lugar de asentamiento del barrio judío. Sobre la antigua sinagoga (como ya hemos comentado) se construyó una iglesia.
Con el tiempo la nobleza y el clero fueron abandonando la zona, hasta que a comienzos del s. XX, la iglesia acabó derrumbándose.
Hoy podemos ver junto a la Torre un monumento a la Constitución (un cubo suspendido en el aire) obra de Gustavo Torner.
Por su posición estratégica la Torre prestó, con seguridad importantes servicios, defensivos como el lanzamiento de piedras y flechas y como punto para otear el horizonte previendo posibles amenazas.
Por su ubicación fue testigo también de las vidas de musulmanes y judíos en la época cristiana.
El Puente de San Pablo
El primer puente se construyó para poner en comunicación el abismo existente entre la trasera de la Catedral y el Convento de San Pablo, casa de los padres paúles.
Fue un puente de piedra con cinco ojos apoyados en cuatro pilares.
La idea de su construcción partió del canónigo de la Catedral, iniciándose las obras en 1534. Su construcción se dilató en el tiempo y no fue hasta 1599 cuando se finalizó. En este periodo intervinieron grandes maestros de obras de la época, pero ninguno de ellos acertó con la fortificación de los pilares, que iban hundiéndose progresivamente.
El puente quedó configurado con cinco arcos grandes de piedra y sus pilares ascendían desde el valle del rio Huécar, presentando un aspecto de fortaleza. En 1786 se resquebrajó en su primer tramo y quedó afectado el segundo arco (el más próximo a la ciudad).
En 1800 se cierra por orden del Ayuntamiento por resultar inseguro.
A finales del XIX se desploma otro arco, lo que lleva a la decisión de volarlo entero, quedando aislado el Convento de San Pablo del casco antiguo de la ciudad.
Se afronta la obra de un nuevo puente metálico y de madera, que se inaugura en 1903.
Al cruzar el puente se pueden ver en las placas circulares que lo adornan, el nombre del obispo que afrontó la labor de su construcción.
El puente metálico que vemos hoy es rectilíneo, de 60 metros de flecha, apoyado en pilares de arranque de sillería del puente anterior y, en el centro un puntal de hierro.
Mide más de 100 metros de longitud, por 144 pies de altura, apoyando sus extremos en seis estribos, uno en la colina de la ciudad y el otro en el cerro de enfrente. Los cinco arcos tienen pilares de 40 metros de altura que suben desde el cauce del profundo rio Huécar. Una gran obra de ingeniería.
Convento de San Pablo
El antiguo Convento de San Pablo está situado en la margen izquierda del Huecar, fuera del antiguo casco urbano, comunicándose con éste y con las Casas Colgadas a través del puente de San Pablo .
El Convento de la Orden de los Dominicos, conocidos como los paúles, aparece encaramado en una proa o promontorio conocido como “hocino”, sobre la Hoz del Huecar. Fue construido en 1523 y responde al estilo propio de los principios del siglo XVI en España, es decir, estructura gótica y decoración renacentista. En esta época de transición de un estilo al otro, parece que resultó más sencillo realizar la estructura en el estilo más conocido y adaptarse a las nuevas corrientes artísticas del Renacimiento, en la decoración.
El Convento está compuesto de la Iglesia, edificada en la proa, el claustro a su derecha y otra serie de edificaciones que fueron adosadas al cuerpo central, con posterioridad, añadiéndose con el paso del tiempo y las necesidades de la Ordenes que se fueron albergando en el lugar.
Fue mandado construir por el canónigo Juan del Pozo, que fue enterrado en medio del crucero de la Iglesia Convento, con superficie de bajo relieve de piedra blanca. El sepulcro fue retirado tiempo después y se puso adosado al muro de la derecha de la Iglesia.
Dicho canónigo encargó las obras a Juan y Pedro de Albiz.
A mediados de la década de los 90, del siglo XX, fue restaurado y convertido en el Parador de Turismo que ahora alberga y sorprende a los viajeros con admirables vistas hacia la Hoz del Huecar y el casco antiguo de la ciudad.
Casas Colgadas
El estudio realizado por el profesor Pedro Miguel Ibáñez Martínez, sobre esta forma singular de arquitectura, nos refiere a los primeros tiempos de estas casas colgadas, asociándolas a la figura del bachiller Gonzalo González de Cañamares, canónigo de la Catedral, que vivía en ellas, en torno al año 1468 y que las vinculó al patronazgo de la capilla que creó en la Seo conquense. Esto hizo que se conservara el edificio durante siglos bajo un mismo propietario y ha propiciado el conocer a los sucesivos poseedores y habitantes de las dichas casas.
También el profesor habla en su libro, de la adaptación de las viviendas para recoger la colección de obras adquiridas por el pintor Fernando Zoel y que han dado lugar al actual Museo de Arte Abstracto de la ciudad.
Realizadas en mampostería, con sillares en las esquinas y asentadas en ménsulas, se asoman al rio desde sus balcones voladizos de madera, sobre el acantilado.
Las casas son joyas de la arquitectura gótica popular, en una época en la que había que aprovechar el espacio, al aumentar la población por el Fuero conquense y ser al mismo tiempo ciudad-fortaleza de frontera, lo más seguro era permanecer dentro del recinto amurallado. Esto hace suponer que las cumbres de las hoces estaban llenas de este tipo de viviendas que no han resistido el paso del tiempo.
Casa Consistorial Ayuntamiento
Es uno de los edificios más representativos del Barroco en Cuenca.
De planta rectangular, con dos cuerpos a ambos lados, muy diferenciados, de tal modo que en la documentación oficial se habla de Casas Consistoriales y sus dos viviendas.
La fachada está articulada en tres plantas, las cuales van decreciendo según van ganando en altura. Tienen pilastras de diferente orden.
La primera planta está constituida por una arquería abierta, que permite el acceso de la calle principal a la Plaza. En los arcos están dispuestas unas pilastras cajeadas de orden toscano, entre los dichos arcos, a los que el pie forzado del zaguán ha obligado a trazar en sección apuntada, para hacerlos más esbeltos y dar más luz al arco central.
En la parte noble se mantiene la misma división tripartita, con pilastras jónicas, en la que está situada la Sala del Ayuntamiento y sus oficinas.
En esta planta se ven tres vanos, con un balcón corrido, decorados con baquetones, pilastras cajeadas y frontones curvos y rotos.
En la tercera planta se duplican los vanos, con lo que se crea más ritmo y una mayor proporción en los elementos arquitectónicos. De menores dimensiones, el piso alto incorpora un ático al diseño del paramento de la fachada, para compensar su desequilibrio respecto del piso noble.
Este amplio ático, oculta, desde la Plaza Mayor, la vista del tejado. En el centro hay un remate a modo de peineta, que se remata, a su vez, con la figura de un león.
La fachada posterior del edificio da a la calle Alfonso VIII, está compuesta con más claridad y tiene un estilo más clásico.
El edificio se articula a tres calles, con balcones en la planta noble y ventanas a eje superior.
Esta sede del Ayuntamiento estuvo enclavada en la Plaza Mayor desde finales del s. XVI, denominada en la época como plaza de la Picota.
Hay noticias de que en tiempos anteriores los Concejos se celebraban en un lugar próximo a la Puerta de San Juan, hablándose también como posible enclave la plazuela del Concejo Viejo y del barrio del Concejo.
Al edificio escogido en el XVI, se unió la casa del Regidor Pedro Chico de Guzmán (situada a la entrada de la Plaza Mayor), ya en el siglo XVII, se compró otra nueva casa perteneciente a la Iglesia.
En el XVIII, se dispone de otro solar en el lado oeste de la plaza, enfrente del antiguo Consistorio. Por todo esto se habla de Casas Consistoriales y también por esto la Plaza Mayor tiene aún hoy en día forma triangular.
Iglesia de San Felipe Neri
El oratorio de San Felipe Neri fue construido en 1739. El arquitecto fue el mismo que en otras obras de este periodo, José Martín de Aldehuela y el proyecto estuvo costeado por el arcediano de Moya, don Alvaro de Carvajal y Lancáster. Se considera el primer edificio barroco de la arquitectura conquense.
Es una iglesia de una sola nave, con planta de cruz latina y bóvedas de cañón. Presenta un exterior austero, pero en su interior destaca la vistosa decoración Rococó en las capillas laterales, cornisas y capiteles.
Se trata de una gran nave, pero corta al estar dividida en dos estrechos tramos, lo que hace que el eje longitudinal apenas parezca marcado.
Tiene una cripta, tres pequeñas capillas entre los contrafuertes y sobre ellas hay unas tribunas que antes estuvieron cerradas por celosías.
El crucero es amplio, lo que da la sensación de espacio centralizado en la cabecera. El presbiterio es rectangular y los pies se cierran poligonalmente. La Iglesia está cubierta por bóveda de cañón con lunetos y el crucero con bóveda vaída rematada por linterna.
En el lado oeste del crucero está la capilla de las Angustias, de planta elíptica, con muros corridos por pilastras corintias.
El muro poligonal de los pies está orientado al sur, lo que resulta extraño, esto y el cambio de alzado en el presbiterio puede llevar a pensar que se hizo un cambio de orientación en el edificio.
Se supone que los cambios los hizo para hacer más vistosa la entrada a su capilla, convirtiendo el edificio barroco en otro de más orientación Rococó, que también se manifiesta en la delicada ornamentación sobre los paramentos teñidos de coloración pastel, además de la asimetría del conjunto (entrada ya en las características propias del dicho estilo rococó).
La cripta se sitúa a los pies de la Iglesia. La poca plasticidad de las pilastras compuestas, que enmarcan un arco de medio punto nos indican, que se trata de una obra de finales del Barroco.
Las enjutas se adornan con angelitos. En el cuerpo superior hay una ventana, enmarcada por pilastras que quedan voladas y por un entablamento levemente incurvado. Los dos cuerpos se alzan con finas molduras.
Santuario de Nuestra Señora de las Angustias
Conocida como Ermita de las Angustias, forma parte de la tradición popular de la ciudad. Se sitúa sobre el Júcar, cercana a la Iglesia de San Miguel.
Construida sobre una ermita del siglo XIV se edificó la Iglesia actual del siglo XVII, siendo ampliada en la segunda mitad del XVIII por el mismo arquitecto José Martín.
A finales del XVII se terminó y en 1711 instalaron la talla de la Virgen de las Angustias. Para facilitar el acceso a los devotos, el dicho arquitecto elaboró un caro trabajo de explanación, inaugurándose por fin, en el año 1756.
(Autora del texto del artículo: Paloma Castillo Torres)
UN GRAN FORESTAL CON SU CIGÜEÑA SANTUARIO
17 de mayo de 2017
¡¡Me lo se, lo recuerdo bien..!! Había yo comentado que me escapaba de los escenarios vietnamitas del río Mekong. Pero, ¡¡ah..!!, que dijo un santo, –¿puede que santa..?–, ¡¡la carne es débil..!! Y, no digamos lo breve que son las resoluciones de «huidas» en firme. Lo reconozco, «molan» títulos e intenciones sugestivas de editores de la red. ¡¡Y, este es el caso..!! ¿Paisaje forestal, naturaleza, y cigüeñas a la «vista», del viaje virtual…? ¡¡Probemos, a ver qué..!!
Una región plana dominada por la agricultura y campos de arroz, amén de un frondoso bosque. Se siente como que impresionante. ¡¡Árboles altos, la vida silvestre y agua por todas partes..!! Bueno, viaje virtual, como otros muchos a lugares alejados de mi mundo.
El viaje se convierte en algo realmente especial. Estamos deslizándonos a través de un bosque acuático, a ver cigüeñas. El contraste es repentino, y con la luz del sol filtrándose a través de las ramas a una buena altura, el silencio circundante, y el clamor de las aves, se siente todo como entrados en otro mundo.
La gira aunque virtual, es impresionante. Vimos dos cigüeñas y otras aves grandes, que somos ignorantes para clasificar. El único problema con nuestra visita fue que terminó demasiado pronto. Nos dejaron en el centro del parque, donde tuvimos la oportunidad de conseguir algo de comer y subir a la parte superior de una torre de vigilancia, que nos sitúa por encima del dosel, y proporcionando una mejor vista de los nidos de las cigüeñas. ¡¡Haz un esfuerzo de imaginación y sumérgete en este mundo..!!
IGLESIA DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. VALENCIA.
La iglesia formaba parte de un conjunto de construcciones que la Compañía de Jesús disponía en este lugar y que era y sigue siendo residencia de padres jesuitas. Este conjunto recibía el nombre de Casa Profesa de la Compañía de Jesús. La iglesia fue construida entre 1595 y 1631 en el lugar elegido por San Francisco de Borja para la fundación de la citada casa, ya que por aquel entonces era General de la Compañía. La casa profesa o dependencias comunitarias fueron construidas entre 1668 y 1669, con lo que el conjunto adquirió su configuración definitiva.
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ARCHIVO DEL REINO DE VALENCIA
El Archivo del Reino de Valencia se compone de dos realidades distintas muy diferentes. Por una parte el propio edificio y por otra parte y esta es la más importante, el contenido que el edificio alberga, ya que en él se guarda la memoria histórica del antiguo Reino de Valencia; desde el siglo XIII hasta el siglo XVIII en que bajo el reinado de Felipe V desaparecieron los derechos forales. Pero aún hay más, porque desde esta fecha y hasta el siglo XX se han ido incorporando documentos relativos a la vida de los valencianos. Encontramos pues en este archivo documentos que abarcan desde el siglo XIII hasta el siglo XX.
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EL «CASTILLO» DE JAVIER. NAVARRA
El castillo de Javier es una increíble fortaleza de origen románico situada en el término municipal homónimo, muy cerca de Sangüesa, a unos 50 km. de Pamplona. En la década de los 60 del siglo XX la villa de Javier, que nació al abrigo del castillo, se trasladó a un nuevo emplazamiento, muy cerca de la fortaleza, por lo que en la actualidad en el entorno sólo se encuentra la construcción medieval, la nueva basílica, el colegio de los Jesuitas y las construcciones aledañas.
Introducción
Es un edificio muy popular entre los navarros debido a la «Javierada». Se trata de una peregrinación que se realiza desde diferentes pueblos de la Comunidad Autónoma en la primera quincena del mes de marzo en honor san Francisco Javier, copatrón de Navarra junto a san Fermín de Amiens, que nació allí en el año 1506. En la actualidad el castillo se encuentra protegido bajo la declaración de Bien de Interés Cultural (1994).
Historia
El origen de la fortaleza es incierto. La construcción más antigua es la torre del Homenaje, también conocida como Torre de San Miguel, que debió erigirse en los siglos X u XI.A la muerte de Alfonso I de Aragón (1104-1134), tras la separación de los reinos de Navarra y Aragón, la torre resultó encontrarse en un lugar estratégico, en la frontera con Navarra.En el año 1217 el noble Ladrón Periz empeñó la villa y el castillo como garantía de un préstamo que le había hecho Sancho VII de Navarra (1194-1234). Al no poder devolverlo, el rey ganó el edificio en el año 1223, pasando a ser un bastión defensivo de los navarros.Tras la muerte de Sancho VII, su sucesor Teobaldo I (1234-1253) encomendó de por vida el castillo al noble Adán de Sada en el año 1236, que lo cedió a su vez a un familiar, Martin Aznárez de Sada, a cambio de otros territorios. Esta familia continúo ocupando el castillo hasta su extinción, ya a finales del siglo XV, y en él prestaron homenaje a los reyes de Navarra Felipe III (1306 – 1343) y Juana II (1328-1349).
A finales del XV, tras la conquista del reino, el castillo era propiedad de Juan de Jasso Atondo, Presidente del Consejo Real de Navarra, y de María de Azpilicueta. Fruto de este matrimonio nació Francés de Jasso, más conocido como san Francisco Javier, uno de los siete fundadores de la Compañía de Jesús, propietarios actuales del castillo.
Tras la conquista de Navarra (1512) por las tropas de Fernando el Católico (1479-1516) la familia de Juan de Jaso se convirtió en una de las defensoras de la independencia del reino. Por este motivo el castillo se convirtió en el flanco de las iras del cardenal Cisneros, que en el año 1516 ordenaba su destrucción.Afortunadamente el duque de Nájera, encargado de ejecutar las ordenes de Cisneros, sólo derribó las murallas, cegó los fosos y desmochó dos torreones, además de la torre del Homenaje, que quizás fue la parte del edificio que más sufrió, dado que según narran las crónicas contemporáneas, su altura se vio reducida a la mitad.
Posteriormente el castillo perdió por completo su carácter defensivo, y se mantuvo como palacio de armería a lo largo de todo el siglo XVII realizándose diversas intervenciones en todo el complejo. En el XVIII quedó deshabitado y el paso del tiempo estuvo a punto de hacerlo desaparecer.A lo largo de toda la Edad Moderna la villa de Javier acumuló diferentes títulos nobiliarios, vinculándose finalmente con la casa de Villahermosa. Por fin en el año 1889 su propietaria, Carmen de Aragón-Azlor, duquesa de Villahermosa y José Manuel de Goyeneche, conde de Guaquim, donaron el edificio a la Compañía de Jesús, que vio satisfecha de esta forma sus anhelos históricos, ya que desde el siglo XVII se habían venido realizado intentos para dotar de una vida espiritual el recinto en el que había nacido el santo.
En estas mismas fechas se inició una campaña de restauración a cargo de Ángel Goicoechea, que modificó en exceso el edificio medieval. Este arquitecto se había formado en la Escuela de Arquitectura de Madrid, donde coincidió con artistas como Antonio Palacios o Joaquín Otamendi. A comienzos del siglo XX ya se habían levantado la residencia de misioneros, la hospedería, la basílica y los colegios de jesuitas y siervas de María.En el año 1952 se realizó otra restauración, mucho menos agresiva que la de Ángel Goicoechea, que se llevó a cabo por parte del jesuita José María Recondo, y que se precedió de una campaña arqueológica. Estas obras devolvieron en parte, el antiguo esplendor medieval de la construcción, y, además, permitieron recuperar dos de los accesos exteriores y el foso, tal y como se puede ver en la actualidad.
En la actualidad el castillo de Javier es un portentoso monumento en honor de este insigne misionero conocido como San Francisco Javier.
Biografía de San Francisco Javier (copatrón de Navarra con San Fermín de Amiens)Francisco nació en 1506 en el castillo de su noble familia. Sus padres fueron Juan de Jasso, presidente del Real Consejo de Navarra y María de Azpilicueta y Aznárez, titular del señorío de Javier.Fue a estudiar a la Universidad de París donde conoció a San Ignacio de Loyola que intentó persuadirle de su carrera de poder y fama predicándole continuamente con la frase de Jesús:
¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma?
Junto con el propio San Ignacio, Javier participó en la fundación de la Compañía de Jesús y llegó a visitar al papa.
Juan III de Portugal solicitó misioneros para evangelizar sus posesiones en las Indias Orientales, encomendando la tarea a Francisco Javier, (Con el título de legado pontificio para todas las tierras situadas al este del Cabo de Buena Esperanza).
Francisco Javier dedicó varios años a la evangelización de la costa india, incluyendo la isla de Ceilán. En 1549 viajó al sur de Japón. Su siguiente objetivo fue China y viajó al final de su vida a la isla de Sancián (muy cerca de Macao, Cantón y Hong Kong) donde murió.
Finalmente fue canonizado en 1622 junto a San Ignacio de Loyola y otros santos.
Configuración original del castillo y guía del monumento
A finales del siglo XI o comienzos del XII la torre del Homenaje, que hasta entonces había sido una simple torre exenta con una función de atalaya, se rodeó de una pequeña muralla semicircular. A lo largo del XIII se fueron construyendo varios edificios a su alrededor configurando la fortaleza, al abrigo de la villa de Javier.
Por desgracia, las modificaciones que se han realizado posteriormente a lo largo de los siglos dificultan enormemente el estudio de la cronología de los diferentes edificios.
Detrás de la torre del Homenaje se encontraba una amplia explanada, que hacía las veces de patio de armas, en torno al cuál se situaban las caballerizas, las bodegas, los graneros y las estancias de servicios. Al sur de esta torre, en la parte delantera, se encontraba otro patio, flanqueado en el oeste por la torre de del Santo Cristo y las salas residenciales, que se localizaban en el lugar que hoy ocupa la basílica. Todo esto complejo fue el núcleo del castillo durante los siglos XIII y XIV. En el XV se construyó la torre de Undués, en el extremo oriental del patio delantero, y se reformó por completo la zona residencial, construyéndose el Palacio Nuevo, donde seguramente nació san Francisco Javier.
La torre del Homenaje o de San Miguel
La construcción más remota es, como ya se ha dicho, la torre del Homenaje. Se ha dicho que su base es también la construcción militar más antigua de toda Navarra, aunque las modificaciones que se han realizado a lo largo de los siglos dificultan su estudio.
En un principio fue una simple atalaya del reino navarro-aragonés, para la vigilancia de la frontera ante los eventuales ataques del ejército de Almanzor. Se trata de una construcción de planta cuadrangular, rematada en almenas, cuya estructura interna también se ha modificado en exceso. Debido a su altura, sobresale del resto del conjunto con unas formas elegantes y esbeltas, dotando de personalidad a todo el castillo.
Desde lo alto de esta torre el visitante puede apreciar una amplia llanura que evidencia la situación estratégica en la que se encuentra la fortaleza.
La capilla de San Miguel
Se trata de una capilla de planta cuadrangular cerrada en arco, que se encuentra a los pies de la torre del Homenaje. Las crónicas del siglo XVI describen escudos heráldicos esculpidos en piedra en sus muros, de los que nada se ha conservado. Su interior resulta un tanto oscuro, debido a la escasa iluminación natural, ya que tan sólo hay dos estrechas ventanas saeteras en los muros meridional y oriental y una, más estrecha, en la parte superior.
El cuarto del Santo
El cuarto del Santo se sitúa junto a la torre del Homenaje y la capilla de San Miguel. La tradición dice que esta es la sala en donde vivió san Francisco Javier durante los años que permaneció en el castillo.
La torre y capilla del Santo Cristo
La torre del Santo Cristo, levantada en torno al siglo XIII, es planta semicircular, y se sitúa en el costado sudoccidental del castillo.
Alberga en su interior la capilla del mismo nombre. En un principio este oratorio ocupaba el piso inferior de la torre, pero tras la muerte de san Francisco Javier, los peregrinos que empezaron a acudir cada vez en número mayor al lugar obligaron a ampliarla, por lo que se ocupó también la parte superior dando lugar a una torre-capilla.
En el interior se encuentra una talla tardogótica de un Crucificado realizada en madera de nogal. Una tradición recogida en los Anales de Moret dice que cuando san Francisco Javier se encontraba al final de sus días como misionero en Oriente, el Cristo sudó sangre y desde entonces, se le atribuye un carácter milagroso. También se le conoce como el Cristo de la Sonrisa por los gestos de su boca y de sus ojos.
En las paredes se puede ver también unas impresionantes pinturas murales, con ocho esqueletos sobre fondo negro que bailan una macabra representación de la danza de la muerte.
La torre de Undués
La torre de Undués, situada en el costado oriental del castillo, se encuentra orientada hacia la frontera con el reino de Aragón. Es una construcción de unos 15 metros de altura, de planta pentagonal, rodeada de un baluarte y rematada en almenas. Se construyó en el siglo XV aunque el paramento exterior se rehízo casi por completo en las restauraciones del siglo XX. Los niveles que presenta en el interior tampoco son los originales, pues durante el siglo XVII la parte inferior de la estructura se utilizó como caballerizas.
El museo
El actual museo tiene tres plantas y en ellas sepueden contemplar dioramas sobre la vida y predicación de San Francisco Javier en Asia, así como numerosas obras de arte sacro, aquí inluyendo importantes piezas de marfil de los siglos XVI y XVII así como kakemonos.
La basílica nueva
La Basílica se construyó sobre el terreno del conocido como Palacio Nuevo, lugar en el que nació San Francisco Javier y que a finales del siglo XIX se encontraba completamente arruinado. Entre 1896, fecha en la que el edificio se cedió a la Compañía de Jesús, y 1901, el arquitecto Ángel Goicoechea construyó la basílica en un estilo ecléctico, mezcla de elementos neorrománicos, neogóticos y neobizantinos.
Bajo la basílica construyó una cripta para el enterramiento de los duques de Villahermosa.
(Autor del texto: Víctor López Lorente)
MUSEO PROVINCIAL DE HUESCA.
Ahíto ya de tanto paisaje vietnamita, de tanta barcaza del Mekóng, de tanto paisaje extraño, sin pinta de historia de nuestros caudales, ya era hora de volver a disfrutar de otras «historias», las de nuestras cercanías. Y, recomendado por un buen amigo de mis «leyendas», vuelvo ojos y mente inquieta e inquisitiva sobre otros registros mas cercanos. ¡¡Vele ahí, aquí, este ejemplo que me entretuvo las primeras horas de este domingo de transiciones, también, entre primavera y verano..!! Míralo despacio, si quieres, que no es muestrario vano. Me digo.
Historia del museo
El Museo Provincia de Huesca (o Museo de Huesca) abrió sus puertas a mediados del siglo XIX, gracias al apoyo de la Comisión Provincial de Monumentos de Huesca, que llevaba un tiempo buscando un espacio adecuado para exponer las obras de arte procedentes de las desamortizaciones. En un principio los cuadros se expusieron en el Colegio Mayor de Santiago de la Compañía de Jesús, donde permanecieron almacenados hasta que el 29 de junio de 1873 se inauguró de forma oficial la institución, denominada por aquel entonces Museo Artístico y Arqueológico de Huesca. La apertura fue una iniciativa del erudito oscense Valentín Carderera, que asumió su dirección y además, amplió sus fondos con la donación de una parte de sus pinturas y de su colección privada
Que podría traducirse como: